miércoles, 29 de septiembre de 2010

TARDÓ EN SABER LO QUE QUERÍA - pt. 1


Tardó en saber lo que quería. Sólo se limitó a caminar y caminar por ese descampado al sol del medio día. Observando los pocos árboles que habían, mirando el celeste cielo carente de nubes. No hacía tanto calor, era como esos días de julio, en invierno, cuando el sol esta en todo su esplendor pero el viento trae esa frescura que evita al calor.

Y tardó en saberlo porque no tenía la más minima noción de lo que podría querer, lo que podría necesitar. Mientras caminaba por el descampado, de lejos observó que bajo un frondoso árbol había alguien, aparentemente una muchacha. Fue acercándose un poco más y pudo confirmarlo. Sintió una pequeña emoción, ya que no era el único que se hallaba por esos lares, y mejor aún si se trataba de una bella damisela.

Pensaba cosas como qué preguntar, o qué esperar, pero enseguida desestimó esos pensamientos, el día estaba demasiado lindo como para distraer su mente en complicaciones.

La muchacha tenía un libro, se la notaba concentrada en la lectura. Ella tenía el pelo lacio, oscuro y largo. El viento lo mecía levemente y la hacía ver tan serena y a la vez tan absorta del entorno.

Cuando al fin llegó hasta ella pudo darse cuenta que era una muchacha muy linda. Sus ojos marrones y brillantes, la piel blanca y los labios rosados y finos eran simplemente una delicia para la vista. Llevaba un vestido rosa muy pálido, de esos que parecen sacados de un cuento del siglo XIX.

Tímidamente el solo pudo soltar un “¡Hola!”, pero sólo en principio. Ella un poco sorprendida levanto la mirada del libro, lo miró un tanto extrañada y también dijo “¡Hola!” y siguió leyendo. La miró un instante y luego siguió mirando el entorno. La sombra del árbol daba una sensación de serenidad en medio de ese lugar tan brillante.

“Hay mucho sol a estas horas, ¿no?” dijo el. Ella simplemente asintió con la cabeza sin despegar la mirada del libro. En ese momento el sintió como si estuviera estorbando, pero tampoco quería abandonar la sombra del árbol, pues a decir verdad, también se hallaba algo cansado de tanto caminar. Y además, trataba de agradar a la señorita.

“¿Le molestaría que me siente aquí?” preguntó procurando dibujar en su rostro la sonrisa más amable posible. Incluso estaba dispuesto a dar un poquito de lástima para no ser rechazado, en realidad poco le importaba su dignidad en esos momentos, el día estaba demasiado agradable como para complicarse la existencia.

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