domingo, 10 de octubre de 2010

TARDÓ EN SABER LO QUE QUERÍA - pt.2




Ella volvió a asentir sin despegar la mirada del libro.

Se sentó junto a ella, respetando cierta distancia. La miraba y se sonreía, no sabía bien porque, pero lo hacía. Ella levantó la mirada y lo miró, un poco intrigada como desconfiada le preguntó “¿De dónde sos?”. Aliviado al sentir que de a poco rompían el hielo, se dispuso a contestar la pregunta. Pero en cambio se quedó callado, su rostro reflejaba cierta preocupación.

“¿Te pasa algo?” preguntó ella. “Es que no recuerdo de donde soy, ¡no recuerdo de donde vengo!”. Ella lo miró extrañada y dijo “Eso no está bien”. El comenzó a mirar a su alrededor como buscando alguna referencia, algo que lo haga recordar su origen, pero solo veía pastizales infinitos y el cielo tan azul. “¿Y cómo llegaste hasta aquí?” dijo ella esta vez más atenta. El simplemente hizo un gesto de no sé diciendo “Sólo recuerdo estar caminando por el descampado y ver este árbol”.

Ella cerró el libro que estaba leyendo y volvió hacia el “¿Por lo menos recordás cómo te llamas?”. Sin dudarlo él responde “Si, lo sé. Mi nombre es Ricardo. ¿Y el tuyo?”. Soltando como un suspiro y algo vacilante ella dijo que se llamaba Marcela y añadió “¡No te burles de mi nombre!”. Extrañado, Ricardo sonrió y contestó “¿Por qué habría de burlarme? Marcela es un lindo nombre”.

Ricardo se sentía algo preocupado por no recordar de donde venía, pero dicha preocupación no lo acongojaba. Extrañamente lo sentía como si de una aventura se tratara. “¿Y qué haces sola aquí? No hay nada en este lugar”. Marcela, mirando su libro dijo “Este es mi lugar favorito para leer, el campo abierto me hace sentir como si mi mente se expandiera a todos lados, llegando incluso hasta las nubes”.

“Esa sensación de libertad… es única” dijo Ricardo mirando hacia las pocas nubes que aparecían. Marcela se levantó, sacudió su vestido. “Debo irme. Supongo que no tenés a donde ir”. Ricardo asintió, mientras trataba de recordar algo. “Podrías venir conmigo mientras. A lo mejor recordás algo más adelante”.

El se entusiasmó con la invitación y preguntó curioso “Pero… ¿a donde irémos? Aquí no veo más que pastizales y cielo”. Marcela sonrió, se dirigió hacia atrás del árbol que los cubría, y recogió una especie de extraña bicicleta que se hallaba recostada allí. Esta bicicleta tenía el armazón bastante fino y carecía de pedales y cadenas. Tenía sin embargo lugar para posar los pies. “¿Y esto que es?” preguntó asombrado Ricardo. “Es mi bicicleta, subí” dijo Marcela.

Tras subir ella el asiento se extendió unos centímetros para atrás. Ricardo no podía entender que era aquello, pero decidió no preguntar el cómo y el porqué, pues pensó que esos detalles técnicos lo aburrirían. Se subió a la extraña bicicleta, se aferró a Marcela, y arrancaron el viaje. La bicicleta parecía recibir la energía de ambos y prácticamente por arte de magia (o mucha ciencia desconocida) se movía.

Así arrancaron su viaje alejándose del árbol que los cubría, adentrándose en los infinitos pastizales. Ricardo no sabía a donde irían, pero no le importaba demasiado, pues la experiencia le dijo que muchas veces el viaje es más divertido que el destino.

2 comentarios:

  1. 2 años después tu boca se hizo profeta:"La bicicleta parecía recibir la energía de ambos y prácticamente por arte de magia (o mucha ciencia desconocida) se movía.
    [...] pues la experiencia le dijo que muchas veces el viaje es más divertido que el destino"

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    Respuestas
    1. Es simplemente... increible. Tan preciso... =* Pedaleamos?

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